"Si hubiera un juramento hipocrático para los filósofos, diría así: "Ocúpate primero y ante todo de si lo que dice un filósofo es verdadero". Pero en la práctica de nuestra profesión es imposible, y siempre lo ha sido, respetar esta regla en todos los casos (...) Y la razón es que los filósofos suelen creer -o por lo menos decir, con todos los visos de la sinceridad- cosas peculiarmente extrañas, cosas que ellos mismos saben que son falsas. Si parece una acusación sorprendente, bastarán unos cuantos ejemplos para recordar a cualquier lector de filosofía que no sólo es verdad, sino además totalmente corriente.
Paeménides dijo que nada se mueve. Pero él viajó, y sabía que estaba viajando, por Grecia y por el sur de Italia, defendiendo esta opinión; y por supuesto la defendió moviendo la lengua y los labios. Así que, en nombre de Dios, o de la cordura, o de lo que cada cual valore más, ¿qué puede hacerse con esta teoría? ¿Estaba loco Parménides? ¿A lo mejor era un mentiroso y no buscaba más que notoriedad? (...) Berkeley defendió que no existen los objetos físicos (...) Llegó a decir que no hay nada en absoluto tras ninguna de nuestras ideas de los objetos físicos, excepto la voluntad de Dios de que efectivamente tengamos tales ideas. Pero al fin y al cabo el propio Berkeley era un objeto físico y él lo sabía (...) Platón defendió que no hay nada concreto que sea realmente blanco, o redondo, o humano, o lo que sea; que sólo la blancura es realmente blanca, sólo la redondez es realmente redonda, sólo la cualidad de ser humano es realmente humana. Dijo que en otro mundo mejor estos "universales" existen por sí mismos, sin mezclarse con el espacio, el tiempo, ni entre ellos. Forman un club (...) aunque un club exclusivo para los universales, al que nunca podrá sumarse un miembro nuevo, y en el que ningún miembro envejece ni muere. Pero Platón era un hombre concreto, por supuesto, y también era humano; además, él conocía estos dos hechos (...) Estos hechos tomados en conjunto, no se limitan a sugerir: demuestran que hay algo terriblemente equivocado en las teorías filosóficas típicas (...) Desde este punto de vista, ¡menudo espectáculo de irracionalidad y pesadilla es la historia de la filosofía!"
Tomado de: "El culto a Platón y otras locuras filosóficas" David Stove.